El siempre inquieto Chiqui Maestrello anda por estos días navegando entre la bronca y la indignación. El candidato a primer concejal por La Costa de la lista 1003, Construyendo Porvenir, explotó de furia porque, según él, las encuestas secretas de los partidos mayoritarios directamente no lo miden ni a él ni a su agrupación política.
«Me subestiman completamente, esto es una conspiración del establishment político», habría mascullado el dirigente antes de irse a dormir la siesta, visiblemente furioso por lo que considera una maniobra orquestada del poder político y encuestador para invisibilizarlo.
La guerra sucia de la campaña

Pero los problemas del Chiqui no terminan ahí. Fuentes cercanas al candidato confirmaron que en los últimos días le han estado sacando los carteles de campaña de manera sistemática. «Juego limpio y todos me boicotean. Tengo poquísimo material para hacer campaña y encima me lo sacan», se habría quejado amargamente Maestrello en una reunión con su círculo íntimo.
La situación tiene al político costero al borde del ataque de hígado, especialmente cuando observa cómo otros candidatos despliegan sus estructuras de campaña sin mayores inconvenientes.
Mientras tanto, en los pasillos costeros circula que los trabajos encargados por los partidos grandes marcan la misma tendencia que a nivel provincial: una elección polarizada entre las fuerzas tradicionales. Otros más osados hablan de una elección de tercios, pero siempre sin mencionar al Chiqui en la ecuación.
El contraataque del candidato
Para Maestrello, todo esto es puro humo mediático. Su mirada es clara y desafiante: «Las urnas van a hablar el 7 de septiembre y ahí tronará el escarmiento contra todos estos que me ningunearon».
Un comerciante de la calle 32 de Santa Teresita arrimó más leña al fuego de las especulaciones: «La gente lo quiere mucho al Chiqui, ojo que puede darse un batacazo electoral. No te digo que gane, pero les va a pegar un susto bárbaro a todos los que lo subestiman».
En la rosca política de La Costa, la mayoría de los dirigentes miran el escenario grande, pendientes de los movimientos provinciales y nacionales. El Chiqui, en cambio, juega su propio partido: entre ataques de hígado, siestas reparadoras y la fe intacta de que el susto electoral está al caer para sorpresa de propios y extraños.