Si la política de La Costa fuera Netflix, esta última semana de campaña estaría en la categoría Reality Show sin guion. Porque lo que pasó con los carteles en la vía pública y los insultos en redes deja claro que el ring electoral no es solo de ideas, también de piñas dialécticas.
Porta vs. Leban: la saga del cartel y el audio viral
El primero en subirse al ring fue Matías Porta (Nuevos Aires), que se cruzó con Cristian Leban (militante de Dani López, Somos Buenos Aires) por la colocación de carteles (lease el choreo de espacios y carteles). La discusión subió de tono, Porta la grabó con su celular y luego la publicó en redes como si fuera código cero. Resultado: la pelea se viralizó y, más que sumar votos, dejó la sensación de que la campaña está al borde de un reality . En off un militante de Porta dijo «y que queres, Leban se regalo»
Santana vs. La Libertad Avanza: ñoquis en el menú insultos en la web
El segundo round lo protagonizó Sergio Santana. Tras denunciar a los “ñoquis” del Concejo Deliberante, organizó una olla popular de ñoquis el 29 de agosto frente al HCD. Pero la ironía le salió cara: militantes libertarios le levantaron carteles de la vía pública y, como si eso fuera poco, una de las aludidas como ñoqui le respondió en redes con un discurso tan brutal como literario, casi digno de la Real Academia Española, pero con dinamita en cada palabra.
El mensaje fue lapidario:
“¡Te hiciste el cocorito y te salió MAL! No me queda duda de que sos un pobre tipo que no tiene nada más que hacer que vivir del Estado y molestar al resto. (…) Cuando quieras, te espera ella y te espero yo, que si te dieron los huevos para hacerte el chistocito, te tienen que dar los huevos para hacerle frente a 2 mujeres con los ideales bien puestos”.
Con esa ráfaga, Santana pasó de cocinero a blanco móvil en cuestión de horas.
Carteles, insultos y la rosca como espectáculo
Así se vive la recta final en La Costa: audios grabados a escondidas, ñoquis convertidos en performance, carteles que aparecen y desaparecen como por arte de magia, y puteadas con sintaxis casi académica. La política local dejó de ser campaña y se convirtió en un reality low cost: mucho ruido, poca propuesta, y el votante mirando con un balde de pochoclos desde la vereda.