El ajuste del gobierno de Javier Milei pegó de lleno en la Provincia de Buenos Aires: en 2024 la coparticipación cayó un 10,9% y las transferencias obligatorias se derrumbaron un 81,7%, lo que significó una pérdida de 3,5 billones de pesos.

Desde La Plata lo bautizaron sin vueltas: “asfixia financiera”. El ministro de Economía provincial tradujo los números en ejemplos que cualquiera puede entender: ocho meses de salarios docentes, dos años de presupuesto en salud, 1500 escuelas nuevas o 5000 patrulleros menos.
El golpe no se queda en la planilla contable. En clave electoral, el tema abre un frente caliente entre Kicillof y Milei en el distrito donde se define la madre de todas las batallas: Buenos Aires, con casi el 40% del padrón nacional.
El gobernador busca instalar la idea de que la provincia es “víctima del látigo libertario”, señalando obras frenadas y municipios desfinanciados. En cambio, Milei apuesta a otro relato: mostrar que por primera vez alguien se animó a cortar lo que llama “la caja de los gobernadores”.
La disputa ya se siente en la rosca política de la 5ª sección electoral y el conurbano: ¿los intendentes se alinean detrás de Kicillof para denunciar el ajuste o empiezan a mirar con simpatía al discurso del presidente que promete austeridad y mano dura con los fondos públicos?

El peronismo provincial busca victimizarse, pero el riesgo es que la bronca de los bonaerenses termine golpeando también a la gestión local. Milei, por su parte, camina la cornisa: cuanto más ajuste muestre, más entusiasma a su núcleo duro, pero también más combustible le da a Kicillof para movilizar su tropa.
El escenario está abierto. Y en un año donde cada peso vale como un voto, la pregunta ya no es solo económica: ¿la “asfixia financiera” será el talón de Aquiles de Milei en territorio bonaerense o la chispa que lo impulse a consolidar su proyecto político?