En Mar de Ajó, la política está como el clima de agosto: fría en la superficie, pero con tormentas armándose lejos de las cámaras. La última encuesta callejera de “La Calle Opina” dejó claro que la gente está más cansada de los políticos que de esperar el colectivo en verano. “No queremos dirigentes ricos y pueblo pobre”, soltó un vecino, y otro remató: “¿Cómo no le vamos a dar la oportunidad a gente como nosotros?”.
Mientras tanto, los referentes locales afinan la rosca. Juan Ojeda de Hacemos La Costa sigue caminando el centro, saludando a todos, como si todavía se pudiera ganar a puro apretón de manos. Oscar Prioletta de Compromiso Vecinal anda en ronda de mates y charlas, aunque algunos dicen que sus reuniones tienen más medialunas que definiciones políticas.
Desde Construyendo Buenos Aires, Chiqui Maestrello insiste en traer ideas “de capital” a la costa, como si cambiarle el acento a la propuesta fuera suficiente para convencer al vecino que todavía no sabe a quién votar.
En la otra vereda, Gabriela Demaría de Alianza Patria calibra el discurso para no quemar nafta antes de tiempo. Roxana Cavallini, jefa libertaria, ya bajó las estrategias: orden, disciplina y mensaje claro. En sus filas, Pachu Junco sigue tomando café con todo aquel que tenga apellido político conocido, y Marcela González no suelta el tema de los impuestos, porque sabe que es como hablar de la humedad en las casas: todos la sufren, pero nadie la arregla.
La calle dice que muchos le darían una oportunidad a partidos nuevos o vecinalistas, pero todavía pesan los miedos: “Hay poderes que dan miedo”, soltó una señora, mientras otro vecino le puso más optimismo: “Los buenos somos más”. Lo que queda claro es que hay hambre de cambios… y no sólo de choripanes de acto.
La rosca sigue, los cafés se multiplican y los hashtags ya se escriben solos. Pero como dice un veterano de la política local, con media sonrisa: “En La Costa, la campaña se gana en la calle… pero se cocina en la rosca”.