La Fuerza del Cielo… el voucher del infierno

image 2025 05 15T170306.167

Hay que decirlo: el acto de cierre de Javier Milei en la Capital fue un verdadero espectáculo político-teatral. ¿Épica libertaria? No tanto. Más bien una remake de la televisión de los ’90, con militantes rentados al estilo «aplaudidor de Sofovich», reidores de libreto y algún que otro moro que se subió al micro soñando con volver con la platita para el asado… y no le alcanzó ni para un “alto guiso”.

Desde los pasillos del conurbano circulaba el rumor: “Te dan 25 lucas por ir al acto”, decía uno por WhatsApp. Pero cuando llegó la hora de la verdad, muchos se bajaron del colectivo con apenas 10 mil… y un apretón de manos. La motosierra llegó, sí, pero directo al sobre. Se hablaba de libertad, pero los muchachos andaban preguntando por los viáticos como si fuera la última cena del liberalismo criollo.

Y claro, desde La Costa, la cosa se miró con desconfianza. Acá nos conocemos todos, y sabemos que cuando hay “acto grande”, el que viaja no siempre lo hace por convicción: a veces es por la remera, el sánguche, o esa mítica promesa de “esta vez cobramos bien”. Spoiler: no cobraron bien.

La Libertad Avanza local suele ser muy fiel al registro fotográfico institucional. Cada vez que pisan una baldosa de la Legislatura, ahí están: los concejales Elizabet Ferrín y Ricardo Arévalo, junto con Roxana Cavallini, referente local, siempre listos para la selfie de rigor con algún león domesticado de oficina. Pero esta vez… brillaron por su ausencia. Se ve que lo de Capital era más para militantes que para influencers de la épica libertaria.

Y sí, lo del “cielo” fue literal. Pero lo del infierno también: el infierno del que fue a poner el cuerpo por dos mangos y terminó gritando “¡Hijo de puta!” a cada nombre que tiraba Milei… mientras era víctima de la propia motosierra, pero manejada por los armadores del espacio.

Porque eso sí: todos los medios nacionales estuvieron ahí, en vivo, en cadena, con drones y planos cenitales. Los alineados, los ensobrados y los descalzados. Todos repitiendo que “Javier es rock”, que la estética fue digna de un show internacional.

Y puede ser. La estética, sí. Pero la logística… bien argenta: con viático trucho, sobre flaco, organización dudosa y un remate que huele a cabotaje más que a revolución.
Un acto con estética de estadio y corazón de remisería.