Si googleamos “tareas del hogar”, el segundo resultado que aparece es “por qué los varones tienen que ayudar en las tareas domésticas”. Si hacemos click ahí, el primer titular cuenta doce tareas que podés confiarle a un hombre. La desigualdad en cuanto al trabajo doméstico es tal que parece que algunas actividades, como planchar, sólo las pueden hacer las mujeres. Detrás de la feminización del hogar hay cientos de horas dedicadas y una consigna clara: eso que llaman amor es trabajo no pago.
La división sexual del trabajo no es nueva, así como tampoco lo es la discusión, pero sí se ha puesto de manifiesto en pandemia. Vivir en el hogar –comer, dormir, divertirse y trabajar en un mismo espacio- demostró que lo obvio: hay que mantener el espacio que utilizamos. Y los memes de que los platos se ensucian muy rápido en la cuarentena demostraron que siempre hay alguien detrás que mantiene la casa en orden. Podemos verlo en esquemas familiares, pero también en relación al trabajo doméstico remunerado e incluso hasta en publicidades: la que limpia es una mujer.
El informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) realizado en 2014 sobre trabajo doméstico arrojó que las mujeres dedican más de seis horas diarias a tareas del hogar, aún cuando están inmersas en el mercado laboral, mientras que los varones pasan alrededor de tres horas. De esto se desglosa que el 90% de las mujeres realiza tareas de cuidado y de gestión del hogar, mientras que solo un 58% de varones declararon ser partícipes de las mismas. ¿Qué queda entre esas horas y esos porcentajes? En Argentina, la hora de trabajo de unx empleadx domésticx es de $144. Seis horas por día a razón de 30 días del mes, son más de $25000, casi cuatro mil pesos más que el Salario Mínimo Vital y Móvil según la actualización del mes pasado.
La invisibilización de las tareas del cuidado y del hogar dejan por fuera del mercado laboral a un gran porcentaje de mujeres. Desde una perspectiva económica y feminista, podemos ver la relación de dependencia económica que entrelaza a mujeres amas de casa y sus parejas trabajadorxs. No reconocer el valor monetario de estas tareas, declaradas como no-trabajo, es una forma de continuar recluyendo a las mujeres a la esfera privada del hogar.

No podemos hablar de equidad e igualdad sin discutir políticas públicas que garanticen no solo el reconocimiento económico sobre estas tareas, sino la independencia económica que significaría para miles de mujeres en nuestro país. La mal llamada jubilación para amas de casa, implementada por Néstor Kirchner en 2006 y por Cristina en 2014, vino a reconocer los derechos laborales de más de dos millones de mujeres que trabajaron no solo de manera informal, sino también en sus hogares. Los años de aportes faltantes de muchas mujeres para poder acceder a una jubilación los robó el patriarcado. Las posibilidades de un trabajo o un mejor salario, también.
“En todo caso, las mujeres han agregado tareas, responsabilidades y nuevos mandatos sin haberse desprendido de la histórica responsabilidad de cuidado y atención de los miembros de su hogar”, establecen Eleonor Faur y Ania Tizziani en su ensayo “Mujeres y varones entre el mercado laboral el cuidado familiar”. Este punto es necesario para repensar la posibilidad real de desprenderse de las imposiciones sociales y analizar cómo afecta la división del trabajo doméstico a la calidad de vida de las mujeres.
Los mitos relacionados al instinto maternal o a que los varones pueden realizar algunas tareas del hogar (y no todas), desde un lugar de ayudar y no de ser responsable, siguen condicionando a miles de mujeres a dedicar el doble de tiempo que los hombres a trabajos no remunerados. Seis horas por día es casi una jornada laboral, ¿qué harías con ese tiempo si no tuvieras que dedicarlo al hogar? Hace más de un siglo que las mujeres empezamos a trabajar por fuera del hogar. Hace casi setenta años que las mujeres en Argentina podemos votar. Hace poco más de treinta, las mujeres podemos divorciarnos de nuestros esposos. La lista de derechos ha ido aumentando, y con ellos las responsabilidades. Adquirir derechos es, obvio, clave en la construcción de una sociedad más justa e igualitaria. Pero entre tener la posibilidad de hacer algo y realmente poder hacerlo hay todavía una brecha que lleva el nombre de tareas de cuidado y del hogar.
Fuente: Post político | Escrito por Rocío Magalí Rodríguez | Ilustrado por Agustina Fimiani