Tras tres meses del brote de COVID-19 en el país sueco, la estrategia de contagios masivos para generar anticuerpos comunitarios no solo le costó la vida a 4.125 ciudadanos, si no que ni siquiera logró superar el 7,3% de pacientes inmunes cuando los especialistas afirman que se necesita un 60% de mínima para aplacar la circulación del virus.

Lo cierto es que conforme al estudio de seroprevalencia efectuado por autoridades sanitarias suecas, solo el 7,3% de los contagiados en Estocolmo pudieron producir anticuerpos que le den inmunidad. Esto está muy por debajo del 60% que estiman los epidemiólogos para que la enfermedad no afecte al grupo social.
Lo que es aún peor, con una población de 10 millones de personas, casi 35 mil se han infectado y se ubica como uno de los Estados con mayor tasa de mortandad con 40 muertos cada 100 mil habitantes.
En relación a las naciones escandinavas cercanas, la diferencia de los índices de fatalidad es abismal: 9,69 cada 100 mil habitantes en Dinamarca, 5,56 en Finlandia y 4,42 en Noruega, según la universidad estadounidense Johns Hopkins.
Sumado a la crisis sanitaria con la política del «no control», la intención de mantener la economía estable también fracasó. Se estima que la caída del Producto Interno Bruto (PIB) podría superar el 10% y la tasa de desempleo llegaría a duplicarse, hasta el 13,5%, según informó Radio Noticias.

Si bien las autoridades suecas realizaron algunas restricciones y recomendaciones a la sociedad, apelando a la conciencia de sus ciudadanos, no fueron cerradas guarderías ni escuelas, siguen abiertos bares y restaurantes, con concentración menor a 50 personas y la gente se reúne en plazas y parques respetando cierto grado de distanciamiento.
Asimismo el Parlamento sueco aprobó en abril una ley temporal, vigente hasta junio, que permite al Ejecutivo cerrar puertos, aeropuertos, estaciones de tren, centros comerciales y restaurantes, además de redistribuir material y medicinas. Sin embargo, siguiendo el artículo de Radio Noticias, la norma no fue puesta en práctica.
De manera que, como sostiene el colega Iñigo Sáenz de Ugarte de El Diario de España, «los suecos podrían preguntarse si 4.000 de sus compatriotas podrían estar vivos hoy si las decisiones del Gobierno hubieran sido otras. Es una incógnita que existe en todos los países».