El aislamiento social preventivo y obligatorio conlleva una serie de modificaciones de hábitos y costumbres que pueden generar un desequilibrio en el proceso de descanso. A tal punto que se lo puede emparentar con el trastorno que produce el cambio de horario que provoca habitualmente un viaje lejano en avión.
En ese sentido desde la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria (AAMR) elaboraron un informe minucioso donde se aborda este concepto y brinda algunos consejos para continuar afrontando la pandemia en óptimas condiciones individuales.
Según consignan desde la AAMR con la asesoría de Dr. Carlos María Franceschini (MN 85786), miembro de la sección de Sueño de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria y Jefe del Laboratorio de Sueño y Respiración del Hospital Argerich, hay que tener en cuenta diferentes factores que potencian este «jet lag de cuarentena» sumando al motivo principal que es el aislamiento.
El sueño es un proceso biológico de gran importancia que permite descansar y reparar lo vivido, nos ayuda y prepara para afrontar el día siguiente y sirve para mantener un adecuado sistema inmune. También ordena el proceso de síntesis y liberación de muchas proteínas, limpia la información que no usamos, fija los conocimientos aprendidos en la memoria, genera gran actividad emocional, es un modulador de las frecuencias cardiaca y respiratoria y de la presión arterial.
Un sueño adecuado implica una interacción dinámica entre decisiones voluntarias y actividades biológicas involuntarias. Por ejemplo, apagar las luces, reducir el ruido y recostarse son actividades voluntarias; sin embargo el resultado representa un incremento involuntario en la melatonina (hormona estimulante del sueño) y una serie de cambios en los patrones de la actividad encefálica durante la noche.
Así como el sueño está generado y controlado por una sofisticada red neuronal, la vigilia –los momentos en los que estamos despiertos- también tiene relojes biológicos que marcan sus tiempos. Como el de la alimentación (con las cuatro comidas básicas), las diuresis (5-6 veces por día), la higiene corporal, el cepillado de los dientes, etc. Estos relojes biológicos funcionan en base a ritmos y éstos requieren rutinas. Cuando las cambiamos o las dejamos de lado, los ciclos no se cumplen y, por ende, el reloj no funciona.
¿Qué nos pasa durante el aislamiento social, preventivo y obligatorio?
Para empezar, debemos tener en cuenta que el sueño está compuesto por fases: a) sueño superficial (de transición), b) sueño lento profundo (de reparación y descanso) y c) sueño paradojal o REM (donde hay abundante actividad onírica -como el soñar- y donde se genera la fijación de los conocimientos en la memoria de corto y largo plazo, tan importante para los estudiantes).
La primera parte de la noche se caracteriza por el sueño lento profundo, conocido como Etapas 3-4 No REM, cuya función es la de reparar/preparar y nos permite descansar. Durante la segunda parte de la noche abunda el sueño paradojal o etapa de sueño REM. Es cuando más soñamos y activamos el proceso de fijar conocimientos en la memoria. También es cuando eliminamos la información que no usamos frecuentemente.
El modelo de sueño y vigilia que se da durante este período de aislamiento se comporta de forma similar al que evidenciaría un organismo cuando atraviesa por el proceso de Jet Lag, pero lo está manifestando de un modo más lento y por un tiempo más prolongado.
Cuando una persona viaja a un lugar que se encuentra a varias horas de diferencia del huso horario de su ciudad de origen, presentará desajustes en su sueño. Es posible que se quede dormida algunas horas antes o que tenga sueño algunas horas después del horario que tenía habitualmente antes de viajar. Esto se conoce como Jet Lag y sucede porque el ritmo circadiano de esa persona tenía un horario de luz y oscuridad diferente al actual, por lo tanto tardará unas 48 a 72 hs. en adaptarse al estímulo de luz y oscuridad actual para dejar de tener somnolencia diurna excesiva, cansancio y otros síntomas posibles.
El aislamiento social, preventivo y obligatorio, conlleva ansiedad, preocupación e incertidumbre en el que ver y escuchar noticias se convierten en una actitud casi involuntaria que nos genera la sensación de estar al tanto de todo lo que está pasando pero retroalimentamos la ansiedad que todo esto nos genera. Por otra parte, hay una sobreestimulación debido a las luces y los sonidos de las pantallas que estamos utilizando. Esto no nos permite iniciar el mecanismo natural de sueño, lo que nos lleva a dormir por agotamiento y no por cansancio.
Sin percibirlo hemos ido atrasando los horarios de inicio del sueño. Es así que se puede comenzar a tener despertares nocturnos que fragmentan el sueño (en algunos casos) o que no nos permiten continuar durmiendo más allá del horario habitual que veníamos teniendo y, por esto, se genera un deterioro en su calidad y cantidad.
Si dormimos fuera del horario habitual, es probable que también comamos fuera de hora y que no respetemos las cuatro comidas diarias. Nuestro cuerpo y mente comenzarán a funcionar de manera incorrecta ya que los ciclos se vuelven incompletos. Cuando nos acostamos durante muchos días seguidos, varias horas más tarde de lo habitual, generalmente perdemos la primera parte de la noche y es ahí donde abunda el sueño profundo y reparador.
Esta situación se expresa con somnolencia diurna excesiva, cansancio diurno, falta de concentración y de atención, falta de ánimo o mirada negativa de la realidad. Entonces, al acortarse el sueño lento profundo, aumenta el sueño REM, que tiene abundante actividad onírica. Esto incrementa la cantidad de sueños, en especial de características vívidos, emocionales, con posibilidad de pesadillas en muchas ocasiones. Por el contario, si despertamos varias horas antes de lo habitual, tendremos un sueño lento profundo y suficiente pero faltará el sueño paradojal o REM, esto afecta la memoria de corto y largo plazo.